EL PRIMER CABALLLERO
PADRES POR DESIGUAL
La historia de una estrella llamada Cervantes (y sus planetas de El Quijote).Ayer se anunció que la estrella μ Arae, a unos 50 años-luz de distancia, tiene desde ahora otro nombre en los libros de astronomía: Cervantes. Una iniciativa del Planetario de Pamplona y la Sociedad Española de Astronomía que ha conseguido, con más de 38.500 votos, llevar el nombre del escritor al espacio exterior. España competía por esa estrella con otros países (Italia, Portugal, Colombia y Japón) en una competición organizada por la Unión Astronómica Internacional. Y se alzó con la victoria con el 69% de los votos. Justo a tiempo para el cuarto centenario de la muerte de Cervantes, que se celebra en 2016. El astro cervantino Cervantes, también denominada HD 160691, es una estrella bastanteparecida a nuestro sol. Un poco más grande, casi el doble de luminosa y bastante más vieja (unos 6.340 millones de años). |
LA ISLA DE BOWEN |
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EL TRADUCTOR DE GOOGLE AÑADE 13 NUEVOS IDIOMAS El traductor de Google suma 13 nuevos idiomas y 120 millones de hablantes El buscador incorpora lenguas tan minoritarias como el hawaiano, con apenas 1.000 hablantes, y tan extendidas como el sindhi, hablada por 54 millones en Pakistán e India
Al hawaiano solo le quedan unos 1.000 hablantes nativos, pero en sus estertores como lengua ha dejado al mundo una palabra muy tecnológica: wiki, que significa rápido. El traductor de Google acaba de sumarla a su largo listado de idiomas disponibles. La pequeña lengua oceánica se incluye desde ahora entre las 103 en las que puede desenvolverse el traductor automático del mayor buscador del mundo. Sus escasos hablantes se diluyen entre los 120 millones más que, según la compañía, podrán disfrutar desde ahora de su servicio de traducción.
En el otro extremo en número de hablantes, Google ha sumado una lengua con una población hablante superior a los 54 millones de personas, como el idioma sindhi de Pakistán e India, o el kurdo, hablado entre 16 y 34 millones de personas, según quién realice el censo. En esta nueva ampliación, Google ha incorporado también al segundo idioma semítico más hablado del mundo, tras el árabe: el amhárico, una lengua que, con 21 millones de hablantes, es oficial de Etiopía y cuenta con un alfabeto propio.
También ha sumado al corso, un idioma no regulado, que hablan de 100.000 a 400.000 personas en la isla francesa de Córcega y la italiana de Cerdeña. Minoritario (aunque con estatus oficial) es el frisón, una lengua germánica hablada entre 360.000 y 750.000 en Países Bajos, pero con alguna isla lingüística en el noroeste de Alemania y el sur de Dinamarca). Google ha sumado también la lengua oficial de Luxemburgo: el luxemburgués es un idioma germánico que apenas hablan 300.000 hablantes del pequeño país europeo y sus aledaños. También ha puesto las miras en otra lengua minoritaria de Europa para su ampliación: el gaélico escocés se extingue en la boca de apenas 58.000 personas de Alba, el nombre gaélico de Escocia, pero a partir de ahora deberá en parte su supervivencia a Google.
De todos los idiomas incorporados, el hawaiano es el de menor implantación. Se trata de una lengua en extinción que hablan menos de 1.000 personas, pero a la que se deben palabras internacionales como wiki. Más hablantes tiene otra lengua de Oceanía, el samoano. Lo hablan en el archipiélago polinesio unas 370.000 personas.
Otros de los idiomas añadidos al traductor son el kirguís (con más de cinco millones de hablantes en varias repúblicas exsoviéticas y China), el shona (una lengua de África oriental que hablan siete millones, rica en tonos y en lo que los lingüistas definen "sonidos silbados"), el pastún, que en Pakistán y Afganistán hablan más de 40 millones de personas, y el xhosa, la lengua materna de Nelson Mandela, con casi ocho millones de hablantes en Sudáfrica y un peculiar sistema fonético de clics articulados con la garganta.
Junto al traductor, el asistente de voz de Google, capaz de reconocer dos millones de vocablos solo en español y que ya domina 34 idiomas, procesa cada día el equivalente a 30 años de audio. Está en proyecto la incorporación de un total de 300 idiomas a medio o largo plazo.
LA HOMOFOBIA EN PRIMERA PERSONA
Un profesor utiliza su propio caso para explicar el daño que causa el acoso a lesbianas y gais
Hay silencio en el aula cuando el profesor, José Joaquín Álvarez, un ovetense de 56 años, explica a los alumnos que le escuchan que lo que va a contar “le da un poquito de vergüenza”. Es ese momento en el que, viendo una película de Clark Gable, pensó por primera vez que “Podía ser mariquita”. Lo que ahora le da ese poquito de vergüenza en su época le produjo confusión, miedo y, finalmente, mucha angustia. “Era 1971, vivíamos en la dictadura y había una ley que condenaba a los homosexuales a la cárcel o al reformatorio”, explica a los chicos de primero de bachillerato del Instituto Renacimiento de Madrid (de 16 a 18 años), al que ha acudido invitado por Marisa Fernández y Asunción Aguinaco, profesoras del Centro.
Álvarez ha dado ya más de 200 de estas charlas en distintos centros educativos. “Después de salir del armario de la homosexualidad, ahora me toca el del acoso escolar homofóbico”, afirma. “Los adolescentes LGTB [lesbianas, gais, bisexuales y transexuales] tienen el triple de probabilidades de suicidarse que los otros chicos de su edad. Como profesor, lo peor que podría pasarme es que uno de mis alumnos se quitara la vida por el acoso”, cuenta a los estudiantes del centro.
Su relato sigue al periodo en que fue al instituto. “Yo tenía un poco de pluma, como ahora. A los pocos días me empezaron a pegar, a llamarme mariquita, maricón. Era como la gota china. Aún hoy, cuando oigo la palabra maricón, siento como si martillearan la cabeza. Fueron cinco años así, y entré en una profunda depresión”. Los alumnos lo ven fácil cuando añade: “Las suspendía casi todas. No podía estudiar, centrado como estaba en cómo podía resolver la situación”.
El ocultamiento, el disimulo, se hicieron parte de su vida. Ya de profesor, en la isla de La Palma, mantuvo ante sus compañeros la ficción de que tenía una novia en Asturias, y que le era fiel. “Era un comportamiento mediocre”, dice. O algo peor. Después de una hora de charla, una de las preguntas que recibe de un chico de 17 años era si no se sentía mal con tanto engaño. “Me sentía fatal, como una cucaracha”, confiesa.
Este desnudo íntimo busca explicar a los alumnos dos ideas: “La empatía y el respeto”. Es también la última etapa de un proyecto educativo que el profesor empezó hace 10 años, cuando puso en marcha la primera tutoría LGTB en un instituto, el de Duque de Rivas de Vaciamadrid. “Los alumnos gais, lesbianas, transexuales y bisexuales viven secuestrados afectivamente. No puede ser que vivas serlo como una condena. Hay que decirse que ‘ser gay también es guay’. No es una opción. Es una condición inherente”.
La charla llega a un auditorio preparado. “Los derechos de las personas homosexuales son derechos humanos, y aquí ya les hemos hablado de ellos”, dice la profesora Marisa Fernández.
Los chicos son participativos. Los mayores, preguntando al final de la clase. Los de segundo de ESO (13-14 años), interrumpiendo. También hay risas cuando dice que uno de sus problemas fue que no sabía dónde encontrar pareja y que, al estar tanto tiempo en el armario, llegó "tarde a las relaciones".
Cuesta más el silencio de los más pequeños. Hay un intento de risitas al principio, que Álvarez —que siempre trata a los alumnos de usted— corta insistiendo en la importancia de lo que va a contar. Cuando explica que fue la transfobia la que empujó a Alan, un chico de 14 años, a suicidarse el pasado 24 de diciembre en diciembre, se oye un “¡qué asco!” de una alumna. Pero el tema es complicado, y los detalles anatómicos —¿cómo se hace pis?— son demasiado jugosos para una clase de preadolescentes ya al final de la jornada matinal de clases.
También interesa mucho la relación con la familia. “A veces los padres o madres son homófobos, pero no por malos, sino porque viven una construcción social”, explica el profesor.
Álvarez confía en que su testimonio sirva para que los alumnos LGTB de ese centro —“que seguro que los hay”— tengan una salida del armario menos complicada que la suya. Una chica interviene: “Tengo un amigo que creo que es gay, y me gustaría ayudarle a decirlo, ¿cómo lo hago?”. La respuesta no es fácil, pero la propia pregunta indica que algo del mensaje de respeto y empatía ha calado.
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